La melodía de lo incierto

EIOPA destaca este elemento en un reciente estudio, remarcando el imparable movimiento de la industria al vida-riesgo y a los unit-linked, pero apuntando igualmente a movimientos mucho más profundos que una mera adaptación de la nueva producción a las circunstancias. La venta de carteras, el run-off de ciertas líneas de negocio y, al fin, la apuesta por una mayor concentración del sector, son observaciones obvias sobre las tendencias que se avecinan.

Piénsese en una comparación de lo que supuso para la banca española la Gran Crisis Financiera de 2008, con la presente situación que la pandemia del Covid-19 entraña para nuestro mundo asegurador. Aquella crisis supuso un deterioro imparable de la calidad de las carteras sobre las que se sostenía la banca, fuertemente apalancada en el mercado hipotecario y en una necesidad voraz de crecimiento del parque de viviendas, lo que forzó -una vez esas bases se derrumbaron en los primeros compases de la crisis- a una concentración donde, curiosamente, variables políticas señalaron caminos que a posteriori se nos antojan absurdos y prescindibles -por ejemplo, las famosas “fusiones frías”, como una concesión a los poderes políticos locales que querían preservar un cierto protagonismo de sus cajas de ahorros-. Al final, aún hoy se sigue hablando de la necesidad de concentración en el mundo bancario, donde vamos a un modelo de media docena de operadores, alguna entidad con vocación de especialización de mercado o engarce local, y entrada de nuevos operadores -los famosos “neobancos”, o la irrupción de grandes operadores de IT en el mundo financiero y de servicios de pago-.

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