Es innegable que vivimos en una economía cada vez más globalizada, en la que las grandes empresas, tanto españolas como extranjeras, han adquirido una presencia internacional muy significativa, y en la que la incertidumbre sobre la evolución futura de los precios de las materias primas, los tipos de interés y los tipos de cambio, entre otros, es permanente y las causas de sus valvenes quedan totalmente fuera del control de las empresas.