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Para triunfar en un gran despacho dedicado al derecho de los negocios, un abogado debe tener una cualidad que ni se estudia ni se practica en las universidades: estar dispuesto a pasar muchas horas montado en un avión visitando a clientes y colegas de otras oficinas repartidas por todo el mundo. Esto que para muchos puede ser un verdadero problema, sin embargo, ha sido una ventaja cuando el coronavirus ha cerrado las oficinas. “El elemento de cambio de esta crisis ha sido el teletrabajo; los abogados lo veníamos practicando desde hace muchos años en viajes y vacaciones, pero ahora se ha demostrado que puede realizarse de una forma más estructural, en lo que se refiere a atender debidamente a los clientes”, indica Pedro Pérez-Llorca, socio director de Pérez-Llorca, un despacho que el 11 de marzo mandó a su casa a trabajar a todos los empleados de Madrid, y un día más tarde a los profesionales de Barcelona, Londres y Nueva York.
Durante este tiempo y para no perder oportunidades de negocio, la firma fue reconvirtiendo actividades presenciales en virtuales, algo que en muchos casos ha irrumpido en el sector para quedarse. “En una época en la que la información jurídica era inagotable, se optó por una nueva forma de comunicación con nuestros clientes y públicos mediante podcast. Estos nos permitían poner el foco en los hitos jurídicos más relevantes que se estaban produciendo y resaltar sus principales aspectos de una manera que fuera fácil de consumir en un momento en el que los clientes demandaban entender qué implicaciones tenían todas las nuevas medidas gubernamentales de forma casi inmediata a su publicación”, explican desde el despacho.
Ahora, con la nueva normalidad, Pérez-Llorca no quiere perder las oportunidades que le han brindado estas formas disruptivas de relacionarse con los clientes.
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