Toda la razón de ser de un seguro orbita en torno a lo que modernamente se conoce como la prestación, ya sea esta una indemnización monetaria ante un siniestro, o una asistencia ante un percance o situación dónde se requiere un servicio -reparación, asistencia en viaje, sanitaria, etc.- que el asegurador procurará. Una vez que el asegurado ha desplazado un determinado riesgo al asegurador bajo los parámetros que se fijan en el contrato de seguro, al producirse un siniestro cubierto bajo la póliza, el asegurado es acreedor de una respuesta positiva por parte del asegurador.
En los siniestros, sin embargo, las cosas nunca son blancas o negras. Sin contar intentos de fraude, muchos siniestros requieren investigación no solo de sus causas, sino del alcance de sus consecuencias, ello sumado a que, en ocasiones, distintos seguros concurren en la posible cobertura de un siniestro, falta información o se está ante un daño continuado y que no puede ser evaluado correctamente sin cierto margen de tiempo.
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